Lo que podría ser un viento
armonizado con danzas vegetales
se convierte en un caos
de máquinas humeantes
Con árboles de hojas cansadas
y troncos de cemento
con su angustia callada
bajo este cielo sin aliento
Y unos seres extraños
que se ahogan entre los cimientos
con el olvido deliberado
de lo que era un ser humano
En este caos organizado
que progresa destruyendo
donde prima el orgullo dorado
sobre cualquier cultura de antaño
Así es la triste urbe
de las rejas de asfalto
meras criaturas que sucumben
entre coches, joyas y harapos.
Simón Vidal Ferrandis