Y ahí danzaban dos
hijos de una misma madre
cuatro ojos enfrentados
luceros inyectados en sangre
No hay miedo en sus mentes
en las esperas dialogantes
ni miedo en sus extremidades
ardiendo en feroces ataques
La lucha del honor ha comenzado
sobre el doloroso manto dorado
esperando sonrojarlo
bajo el aplauso de los descorazonados
La noble bestia enviste con energía
sobre la cabeza, la espalda y las rodillas
Conoce bien esta balanza
y sabe hacia donde se declina
de repente, una espada le alcanza
una mirada desconocida
Y en menos de dos latidos
se llenó el baile de desconocidos
con lanzas, baderillas y cuchillos
atravesando sus fuertes tejidos
Y le hablaron de plazas gloriosas
y de batallas honorables
donde triunfaba la valentía y la fuerza
y no cabían los miserables
El vino se derramó en la arena
ahogándose con su propia sangre
¡grita perdiendo la oreja!
deseando la muerte a estos cobardes
Y si es verdad que esto era cosa de honor
faltan katanas clavadas en el pecho
vergüenza de cometer tal error
de un hermano sobre el lecho…
Simón Vidal Ferrandis